domingo, 25 de octubre de 2009

Libros, cohetes y poesías.

Probablemente serian las seis, aunque podrían ser las ocho perfectamente. Condicionada por un estado altruista, irrelevante y poco duradero, consideró la posibilidad de saltar. El vértigo lo cambia todo, y nada, según con la objetividad que lo mires. Era como un resbalón de medianoche lluviosa, inesperado para la estabilidad, pero muy familiar para los sentidos.

Tenía la introducción, pero en el medio solo había palabras, escusas y rituales de supervivencia desgastados. No tenia justificaciones, ni finales heroicos. Pensó que el vértigo también podría sentirse al subir. Podía saltar, pero no tenia porque caer. Podía fantasear con su infancia más remota y recordar sus aventuras de bombona de oxígeno. Saturno, Plutón… incluso algunos más lejanos, tan lejanos que el tan solo pensarlos le hicieran envejecer.
Como el tic tac del cocodrilo que nos acecha… tarde o temprano todos tendremos que saltar.

Sonó la cafetera, se bajó de la silla y decidió dejar los versos para después.

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