lunes, 16 de mayo de 2011

Co(razones)

No hace falta que me digáis eso de que perdéis la cabeza
por eso de que sus caderas...

Ya sé de sobra que tiene esa sonrisa
y esas maneras

y todo el remolino que forma en cada paso de gesto que da.

Pero además la he visto seria ser ella misma
y en serio que eso no se puede escribir en un poema.

Por eso, eso que me cuentas de que mírala cómo bebe las cervezas
y cómo se revuelve sobre las baldosas
y qué facil parece a veces enamorarse.

Todo eso de que ella puede llegar a ser ese puto único motivo
de seguir vivo y a la mierda con la autodestrucción...

Todo eso de que los besos de ciertas bocas saben mejor es un cuento que me sé desde el día que me dio dos besos y me dijo su nombre.

Pero no sabes lo que es caer desde un precipicio y que ella aparezca de golpe y de frente
para decirte, venga, hazte un peta y me lo cuentas.

No sabes lo que es despertarte y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace,
y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

Así que supondrás que yo soy el primero que entiende
el que pierdas la cabeza por sus piernas
y el sentido por sus palabras
y los huevos por un minimo roce de mejilla.

Que las suspicacias,
los disimulos cuando su culo pasa,
las incomodidades de orgullo que pueda provocarte
son algo con lo que ya cuento.

Quiero decir que a mí de versos no me tienes que decir nada,
que hace tiempo que escribo los míos.

Que yo también la veo.
que cuando ella cruza por debajo del cielo solo el tonto mira al cielo.
Que sé como agacha la cabeza, levanta la mirada y se muerde el labio superior.

Que conozco su voz en formato susurro
y formato gemido
y en formato secreto.

Que me sé sus cicatrices
y el sitio que la tienes que tocar en el este de su pie izquierdo para conseguir que se ría,
y me sé lo de sus rodillas
y la forma que rozar las cuerdas de una guitarra.

Que yo también he memorizado su numero de telefono
pero también el numero de sus escalones
y el numero de veces que afina las cuerdas antes de ahorcarse por bulerías.

Que no solo conozco su última pesadilla,
también las mil anteriores,
y yo sí que no tengo cojones a decirle que no a nada
porque tengo más deudas con su espalda
de las que nadie tendrá jamás con la luna
(y mira que hay tontos enamorados en este mundo).

Que sé la cara que pone cuando se deja ser completamente ella,
rendida a ese puto milagro que supone que exista.

Que la he visto volar por encima de poetas que valían mucho más que estos dedos,
y la he visto formar un charco de arena rompiendo todos los relojes que le puso el camino,
y la he visto hacerle competencia a cualquier amanecer por la ventana: no me hablen de paisajes si no han visto su cuerpo.

Que lo de "mira sí, un polvo es un polvo",
y eso del tesoro pintado de rojo sobre sus uñas
y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

Que te entiendo.
Que yo escribo sobre lo mismo.
Sobre la misma.

Que razones tenemos todos.

Pero yo
muchas más que vosotros.


(Carlos Salem)

sábado, 7 de mayo de 2011

Siete veces siete


No consigue recordar cuando pasó de sentirse enamorada a saber que lo estaba simplemente. Solo lo recuerda aquellas tardes en que convierten las horas en minutos y su cama en la orilla del mar. Esas en que juegan a ser ciegos y las yemas de sus dedos se transforman en mecanógrafos de pieles. Aquellas tardes que vuelve a sentirlo tan fuerte que todo el peso del tiempo que llevan juntos se convierte en levedad.

Se sumergen hasta el fondo con la certeza de que cada vez aguantaran menos, pero ahí estarán mientras queden sietes.

lunes, 2 de mayo de 2011

Cosas que hacen que la vida valga la pena

I: Él y la carretera

Lo que más me gusta es que me cante mientras conduce, porque, sé que luego su mano subirá desde mi rodilla hasta mi entrepierna y sin quitar la vista de la carretera sonreirá adelantándose a mi reacción de rubor que oculto mirando por la ventana.

II: Lo que ella no sabe

Lo que más le gusta es conducir junto a ella. Cantarle alguna canción de Elvis sabiendo que se reirá de él para empezar el ritual de venganza. Trepar con su mano por su pierna para que finja mirar por la ventana como si por dentro no estuviese pidiéndole a gritos que frenase el coche y acelerase sus latidos.

domingo, 17 de abril de 2011

Caímos

Estábamos inmersos en todo lo que una persona puede desear sumergirse. Como peces en el agua recorríamos centímetros de sabanas y de piel a cuarenta centímetros del suelo, aunque a veces lo hacíamos al ras. Y no solo jugábamos a ser felices, porque eso es lo más cercano que una persona puede estar de ser feliz, también fingíamos no serlo para poder sobrellevarlo. Entonces caímos. Caímos en mediocridades de tener que dar explicaciones, o peor aun, de querer exigirlas. De pensar que existen los celos sanos o que poseernos tenía algo de romántico. Caímos en la mariconada de tener la necesidad de tenernos en vez de saber con certeza que jamás nos perderíamos. Y entonces empezamos a subir y conseguimos sacar la cabeza y dar esa bocanada de aire tan necesaria, tan placenteramente efímera. Perdimos la capacidad de aguantar la respiración y vivir sumergidos en el perfecto infierno de la ausencia de aire que provoca la ilusión de cualquier comienzo. ¿Caímos? Si, pero en la dirección equivocada.

domingo, 6 de marzo de 2011

Dime que yo

Mira, quizá tu chica estaba muy confundida sobre lo que quiere de un tío, pero yo lo tengo muy claro.
Básicamente quiero que me haga sentir que no estoy desaprovechando mi vida, porque es muy corta. Quiero que me abra las piernas, no el cielo, pero que lo haga cada noche. Quiero que sepa mentirme. Quiero que no me importen sus mentiras porque se deja su alma cuando está conmigo. Quiero que sea generoso porque puede, no por obligación. Quiero que tenga sangre en las venas. Quiero que me grite lo puta que soy cuando lo abandono. Quiero un poco de épica. Quiero que le de igual lo que yo haga cuando no esté con él porque sabe que no voy a encontrar a nadie mejor. Quiero que me tiemblen las rodillas cuando me agarra la nuca. Quero que la tenga bien grande, y que el tamaño sí importe



lunes, 28 de febrero de 2011

Tiempo


Siempre odié las esperas, incluso más que las despedidas. Aquel día se juntaron ambas. Llegabas tarde y supongo que de nada hubiese servido enfadarse porque iba a ser la última.

Pensé que, llegado el momento, encontraría una razón para seguir sentada en esa silla que no implicase un chantaje disfrazado de último deseo.

Allí estabas.

Quería contarte, quería gritarte lo hermoso de todas mis historias desde que nuestros caminos se separaron y de que no fuiste el primero de una serie de fracasos eternos, sino el primer bache que me había llevado hasta él. Fue inútil. Al final solo hablamos como si hubiésemos retomado ese principio en aquel final.

Se hizo tarde y fue imposible no pensar en el final de Annie Hall. Por fin encontré un motivo para esta tarde, un motivo para volver a mentir contigo. Me di cuenta de que podría haber sido maravilloso pero lo único que quedaba entre nosotros era tiempo.

Sonó “Hold me tight” y por primera vez supe hasta dónde íbamos a llegar esta vez.

lunes, 7 de febrero de 2011

Estas ganas de nada menos de ti

Quizás el cuatro no sea un número que se deba celebrar. Quizás decidí olvidarme de todas mis restricciones contigo cuando acepte que quererte seria la tendencia al desorden más bonita de mi vida.

lunes, 24 de enero de 2011

Rituales de supervivencia desgastados


Nos quedamos sin ases en la manga, sin palomas ni chisteras, urdiendo tramas de ocho dobles con la facilidad que caían las faldas a tus pies.
Seísmos para derrumbar mentiras y tsunamis de gritos que acaban por arrasar con nuestras ropas.
Y quizás acabemos por volver a bajar la guardia y nos volvamos a hundir en la mediocridad de querernos simplemente.

lunes, 3 de enero de 2011

Acción

Era una noche cualquiera, de esas que haces película. De esas que entre tus pecas se encuentra el guion más elaborado jamás escrito y tus pezones son galardonados con Oscars.



De esas que hago zoom por tu cintura y te gozo de mil perspectivas.