
Caminaba deprisa pero sin perder- ni durante un instante- la coordinación entre sus caderas y sus pies. Zapatos que hubieran dado vértigo hasta a Goliat y medias transparentes para que no se notaran las carreras. La diferencia entre su ropa de calle y la ropa que nadie debería de ver antes de la medianoche, era insignificante. El carmín ya era parte de sus labios y sus ojos se confundían con un océano de perturbaciones sexuales.
Como si de la protagonista de una historia de Mempo Giardinelli se tratase, ella era puro erotismo, simplemente eso.
Un café.
ResponderEliminar¿Te apetece? Café solo, muy cargado, y con poca ropa.